La historia del restaurante que te recomiendo esta semana, es la historia de un chef chileno llamado Javi Cabrera, quien en 2017 decide emprender un proyecto personal y muy peculiar. Un restaurante sin carta, en el que sus clientes nunca sabían (hablo en pasado porque acaba de cambiar de rumbo) qué iban a comer, ni tampoco podían elegir qué vino querrían tomar. Suena bastante loco, pero ya sabes, hay una delgada línea entre locura y genialidad. Lo bueno es que estas buenas dosis de teórica insensatez siempre han estado equilibradas con una maravillosa cocina, que le ha hecho cosechar muchos elogios durante estos dos años y pico de andadura. Te hablo del restaurante Arrayán.
Y es que este no es, para nada, un restaurante más. Llegando, ves su fachada y te impacta una llamativa puerta; entras y su clásica y elegante decoración (con moqueta incluida) con algunas curiosas obras de arte te transporta, en cierto modo, al pasado; te sientas, y escuchas a Astrud Gilberto… entonces todo se coloca, y fluye para que pongas el disfrute en modo ON.
Gastronómicamente hablando, como te comentaba al comienzo y aunque muchos no lo crean, Arrayán acaba de cambiar de tercio gastronómico ofreciendo por primera vez una carta no muy extensa, pero muy efectiva. Algunos de sus clásicos de siempre, y otras nuevas creaciones con las que el chef Cabrera promete sacudir nuestro paladar con su cocina personalísima, llena de matices, texturas, y equilibrio. Sin más, paso a contarte qué pedimos en nuestra visita de la semana pasada a Arrayán.
Tras tomarnos una cerveza chilena (que nos propuso el propio Javier), Kunstmann, que entró de maravilla, empezamos con la sustancia con un clásico de la casa, su Ajoblanco con sardinas ahumadas, sorbete de vino tinto, uvas rojas y huevas de mujol. Un plato que les acompaña desde el comienzo, y no nos extraña lo más mínimo.
Después, un par de copas de Pescuda, un Albariño D.O. Rias Baixas.
Y a pesar de lo manido que está el plato, quisimos ver cómo se defendía Javi Cabrera con Ceviche de corvina, con gel de aji rocoto, y un toque crujiente de gambas. La verdad es que hemos comido mucho ceviche en todos estos años, y este es más que notable.
Seguimos con un plato de cuchara, fuera de carta, las Verdinas cocidas en caldo de bogavante con carabinero.
Y después, dos platos de carne, acompañados por un Pissarres 2017, un magnífico tinto del Priorat.
Primero, un Turnedo de rabo de toro. Combate de boxeo con el tinto, acaba en tablas.
Y su Solomillo con costra de pimienta verde, ajo y cebollas, champiñones en salsa y patatas duquesa. Posiblemente, y con permiso del señor Ajoblanco, el plato que más nos gustó en nuestra comida en Arrayán.
De postres, también dos, primero una Mousse de chocolate con helado de naranja sanguina.
Y por último, otro clásico en Arrayán, el postre que más disfrutamos, una Tarta fina de manzana con helado de rosas y crema Chantilly. Le supliqué por la receta a Javier, sin suerte.
Sea para una cena de negocios, para una comida tranquila con tu pareja (ojo, no admiten niños pequeños), o simplemente porque te apetece darte un homenaje, visitar Arrayán será un acierto. La clase que demuestra Javier Cabrera en este proyecto en general, y en cada detalle en particular es innegable. La cuidada estética, el respeto al producto, y la personalidad de cada plato se dan la mano con la elegancia y confort que proporciona la estancia. Con un ticket medio en carta, como el nuestro, de 70 euros, es una opción más que sólida para darse un homenaje muy buen nivel, más incluso ahora que acaba de dar el giro hacia la carta (además del menú gastronómico, también por 70 euros).
Por si quieres seguir más de cerca al restaurante Arrayán, aquí os dejamos su Instagram.
C/ Villalar, 6.
Muy bien todo el texto….si de le hubiera dado algo de importancia a la jefa de sala…..que algo pinta en el restaurante
Sí, claro que pinta, y mucho… debería. Pero en este caso la sala no estuvo muy fina, y por eso no hemos hecho referencia a ella en el texto.
Un saludo! 😉