Desde que me tragué el capítulo del «Pollo Frito» de Ugly Delicious (Netflix), tengo que confesar que esta elaboración es una de mis obsesiones gastronómicas. Por eso, cuando hace unos días tropecé con Chick Fried Chicken supe que tenía que probar el pollo frito que hacían allí. Así, tras una primera visita (habrá muchas), este pequeño proyecto monográfico, se ha convertido mi recomendación de esta semana.
La historia comienza cuando un ex abogado corporativo, Pablo Salcedo, de madre y abuela italianas, se va a vivir 2 años a Nueva York. Allí, visitando restaurantes de BBQ, es donde se inspira y toma referencias para cocinar pollo frito del bueno. Ya en Madrid, se lía la manta a la cabeza y lanza, hace apenas un mes y poco, este pequeño rincón donde apuesta por esta receta, que hace mejor que nadie.
En cuanto al local, tiene mucho rollo, sigue una estética industrial, pero con ciertos toques de calidez que le aportan las maderas. Y en cuanto a la receta de su pollo frito, que es lo que más nos importa aquí, se podría decir que, aunque realmente le sobran las etiquetas, es una mezcla entre el pollo frito asiático (cuya fritura es extra crujiente), y el pollo frito originario de Norteamérica, no junta las salsas (todas caseras) con el pollo, sino que la ofrece en pequeños cuencos para que mojes lo que quieras. Las salsas, siempre aparte, son 6: Asian Soy, Pepper Mayo, Sweet Chilli, Wasabi-Cilantro Mayo, Honey Mustard. Aquí no hay ketchup, amigos.
Así, a ritmo de hip hop americano de los 90´s (Pablo es un loco de esta música), empezamos metiéndole unos buenos sorbos a dos de sus cervezas artesanas «sin filtrar». Realmente no hay mejores compañeras para esta comida.
Entonces, llegó él. El Fried Chicken Sandwich, con patata asada tipo hasselback y ensalada de col, y con un brioche casero. Pechuga de pollo extra jugosa (con salsa suprema), con un rebozado super crunchy, y shichimi togarashi. Adictivo a muerte.
Y después, estaba claro, más pollo frito (que era lo que buscábamos en Chick Fried Chicken). Llegaron los Fried Chicken Wings de 9 piezas (hay de 6, 9 y 12), igualmente con patata y ensalada de col. Misma fritura, misma jugosidad, pero en formato alita. La salsa, una locura llamada Asian Soy.
De postre, su única opción, la que llaman Volcanic Cheesecake. Tarta de queso crema, pero sí, es diferente a todas, sí, por fin… gracias al sésamo negro molido (lo que le da el toque de color).
Con Chick Fried Chicken estamos de nuevo ante un claro ejemplo de que la especialización funciona. Simpleza en su máximo exponente, en todo el proyecto, tanto en su carta (con apenas 4 referencias contando el postre, y con una opción vegana: Burger de Setas y Quinoa), como en el local. Menos es más. Como dice Pablo: «Se trata de una receta caprichosa de alguien a quien le gusta comer». Así es, y a correr. Divertido, crujiente, sabroso y a muy buen precio. El ticket medio esta en 20 euros por persona. Ya estás tardando. Ojo, no admiten reservas.
Por si quieres seguirles la pista en Instagram, aquí mismo os dejamos el perfil de Chick Fried Chicken.
C/ Espíritu Santo, 12.
Lo primero que quiero comentar es el fantástico trabajo que hacéis, las fotografías son de «morrofino» aprovechando la conyuntura 🙂
Aprovecharemos para pasarnos por este local aunque sería interesante saber si tienen opciones sin gluten.
Disfrutar de la comida es uno de los grandes placeres de la vida que hay que saber disfrutar y en algunos casos «aprender» a disfrutar trabajando buenos hábitos.
Hola! La especialización funciona, en Japón, por ejemplo, es así en el 99% de los casos. Pero para mí gusto hace bastante monótona y pobre la comida. Yo espero que no sea una nueva moda. Siempre ha habido, aunque ya por desgracia cada vez menos, lugares de tapeo especializado. Pero el formato daba para ir a varios sitios. Ahora se centran en una «comida completa». No sé, para mi gusto no es lo que busco en un restaurante, pero por supuesto iré a probar, que seguro me hace cambiar de opinión;)