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Qué mítico ese momento en Casa Lucio en que echaban la cortinilla, y detrás, políticos y otras gentes ávidas de privacidad y huevos estrellados se ponían las botas y hablaban de secretos de todo tipo. Posiblemente no tengas ningún secreto de Estado entre manos, pero qué gusto reunir a un grupo de amigos en el restaurante que te gusta sin mesas a tu alrededor, para cenar tranquilo, tomarte un cóctel, disfrutar de una cena vanguardista y, sí, chupar la cabeza de una gamba, por qué no, en esta selección de restaurantes con reservado estás en confianza.

Para llevarte a tu familia, La Ancha

En La Ancha se come de lujo; productazo y platos reconocibles, de esos que reconfortan. A quién no le gusta una buena croqueta, un pisto manchego con huevo, unas alubias de Tolosa, una dorada a la sal o el famosísimo (y enorme) escalope Armando. Come la tradición de la familia Redruello en los reservados que tienen en La Ancha de la calle Zorrilla o en el de Príncipe de Vergara.

C/ Zorrilla, 7. C/ Príncipe de Vergara, 204.

Para sibaritas, Saddle

En Saddle ambas cosas van de la mano; aquí hay que venir a tomar un  cóctel de aperitivo (aquí te contamos por qué) y luego, los platos que le han otorgado una estrella Michelin y un par de soles Repsol. Empieza con un clásico Dry Martini, un Demodé o un Vernaci (suenan fenomenal). Después, pásate al vino y pide la centolla, total, nadie te va a ver rebañarla, pregunta por el plato de cuchara del día, el pichón o, si eres atrevido, el plato de pato azulón. Vas a poder disfrutarlo en uno de los varios reservados que llenan una planta entera del restaurante y que pueden albergar desde 2 hasta 24 comensales. Intimidad para todos los gustos.

C/ Amador de los Ríos, 6.

Para amantes de lo japo, Yakiniku Rikyu

Brasa-parrilla-japonés. Estas tres palabras definen Yakiniku Rikyu, un japo donde la carne de Wagyu (su gran atractivo), el pollo macerado en miso o el costillar pasan por las brasas que ubican en el centro de la mesa, para que te lo hagas todo a tu gusto. Además de esta sección al fuego, Yakiniku, tienen mariscos, sashimis, ramen, sopas, arroces y dos menús degustación para que pruebes lo más reseñable del restaurante. Su estética es relajada, armónica, con toques japoneses y coreanos, como su carta, y en sus reservados de distintas capacidades se vuelve más cálida con la madera y las cortinas gruesas.

Paseo de la Castellana, 15.

Para darle al atún de almadraba, DeAtún

Aquí DeAtún viene a comer atún rojo, el nombre no engaña. Y ojo a mayo y junio, que es la época del de Barbate. El resto del año, atún de almadraba en tataki, escabechado, encebollado, sashimi de ventresca y otras delicias del mar, como los carabineros o las puntillitas. En barra tiene encanto, pero si quieres juntar a un grupo de amigos y sentiros solos en el corazón de Ponzano, tiene un reservado puesto con mucho gusto.

C/ Ponzano, 59.

Para caprichosos, Fismuler

El hermano moderno de La Ancha. La carta de Fismuler cambia casi a diario -aquí tienes nuestra visita para que te hagas una idea-, aunque hay algunos platos perennes como el cogollo con comté, la dorada semicurada con almendra y uva tinta o sí, el famoso escalope Armando y la tarta de queso, insignias de la casa. Todo está decorado con gusto, hay yeso, hormigón, madera tosca, y velas y copas finísimas y una vajilla preciosa. Tienen un semireservado que no está completamente cerrado, pero sí apartado del salón principal, y con capacidad para 10 personas.

C/ Sagasta, 29.

Para cocteleros, The Kave

The Kave es la irreverencia más sibarita. Es canalla, pero se inspira en la Divina Comedia de Dante; es irreverente pero su carta incluye caviar, anchoas del cantábrico y jamón ibérico para acompañar a los cócteles, los verdaderos protagonistas de este lugar. Siete pecados capitales, siete cócteles de autor para disfrutar en el reservado “Lujuria”, para entre 2 y 10 personas. Por cierto, atento a su web, está abierto por tiempo limitado, así de azaroso es el infierno.

C/ de Salustiano Olózaga, 15.

Para amantes de la comida china, El Bund

Pero china de verdad. Si no tienes ni idea o quieres probar muchas cosas, El Bund tiene un menú degustación para 2, 4 y 6 personas con lo más representativo de su cocina. Y si te atreves a ir por carta, tienes que pedir el surtido de dim sum, son una sorpresa tras otra, por eso lo elegimos como uno de los mejores restaurantes para comer dim sums. La panceta a la sichuanesa, la lubina o, atrevidos, la ensalada de medusa son algunas de sus especialidades, y las puedes tomar en un reservado que respira la misma esencia que la cocina.

C/ Arturo Baldasano, 22.

 Para clásicos, Lhardy

Ir a uno de los salones privados de Lhardy es viajar en el tiempo al Madrid de hace tres siglos. ¿Rancio? Más bien histórico. La historia de Madrid también se ha vivido entre las paredes de Lhardy, sus salones fueron testigos de la vida de la ciudad, y lo siguen siendo. Tiene un salón principal y cinco salones privados con distintas dimensiones. Como es de esperar, aquí se prueban cosas como el solomillo Wellington Lhardy, salmón ahumado con huevo hilado, Pâte en croûte de la casa… Esas cosas que suenan a lo que son: gastronomía superviviente de otro siglo.

C/ Carrera de San Jerónimo, 8.

Para los que quieren algo cálido, Terracotta

La artesanía que respira el espacio, es la misma que se respira en cocina y se saborea en los platos. ¿Y qué es la artesanía en la cocina? Los cocinados lentos, las brasas, los fondos, las salsas… Todo eso que requiere tiempo y paciencia y mano, mucha mano. Hay que pedir las croquetas de carabinero, velo ibérico y alioli de ajo negro, el magret de pato braseado, el puerro a la brasa con tartar de gambón… Todo en Terracotta es agradable y cálido, han puesto el ojo en cada detalle. Pero para un grupo, el reservado es perfecto, igualmente cuidado y con capacidad para más de diez personas.

C/ Velázquez, 80.

Para acertar, Alabaster

Lleva años siendo una referencia de producto y buena cocina en el Retiro, en la zona menos frecuentada, la de Montalbán, ahí abre sus puertas Alabaster. Por su carta, de temporada y llena de producto gallego, es una de nuestras referencias para comer buen marisco en Madrid. Sardinas ahumadas con queso de arzúa y pan brioche, croquetas de cigalas de la ría, navajas a la brasa con vinagreta de algas, carabineros con huevo frito, raya, corvina… El espacio es blanco, moderno, tranquilo y minimalista. Y, al fondo, cuenta con dos reservados con capacidad para 18 comensales.

C/ Montalbán, 9.

Salino

El chef Javier Aparicio es discreto, su cocina habla sola en este restaurante de la calle Menorca. Aquí puedes comer sus famosos torreznos de La Raquetista, croquetas de centolla, dumplings de mogote en manteca colorá… Javier tiene mano, lo mismo hace un rabo de toro tradicional que mete unas gallinejas crujientes en un taco y hace que sea hasta un bocado delicado. Salino cuenta con dos pequeños salones semiprivados, no están cerrados a cal y canto, para unos 10 comensales. Privacidad en un restaurante sosegado con un buen grupo de fieles acodados en la barra y las bonitas mesas altas.

C/ Menorca, 4.

Para amantes de la cocina india, Benares

Existe la alta cocina india, y es la que hacen en Benares. Hay que ser muy fan, porque los precios son de alta cocina, pero respetan la esencia de sus fogones, por eso han nombrado al restaurante como la ciudad sagrada de la India. Hay opción de menú degustación y una carta con platazos como los mejillones jalpari, la coliflor al Tandoor con alioli de lima encurtida y menta, carrilleras, corvina marinada y clásicos como el curry de cordero o las samosas, que aquí toman otra dimensión. Cuentan con varios reservados, uno de ellos en la bodega para maridar la experiencia con sus vinos.

C/ Zurbano, 5.

Seguro que se nos está pasando algún que otro restaurante con reservado, ¿nos lo chivas en comentarios o por mensaje en Instagram? Gracias!

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María

Parece un topicazo pero puedo comer pizza en cantidades industriales, eso sí, de masa finita, que tampoco hay que abusar, y sin piña. Me entusiasma el café de especialidad y la tortilla de patata con cebolla y sin cuajar (no es negociable). Ojalá tuviera el metabolismo fantástico de David, pero a mí me hace pagar eso de comer como un pozo sin fondo, aun así lo hago y solo por vosotros, queridos.

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