Aproximadamente, hay 9500 Km entre Perú y Madrid, un «ligero» hándicap si uno está en su casa un día cualquiera y le apetece probar la deliciosa gastronomía de este país. Pero tranquilos, no está todo perdido, afortunadamente para nosotros apenas hay 12 minutos en metro desde la Puerta del Sol hasta uno de los locales de comida peruana que más nos han impresionado en toda nuestra andadura gastronómica, su nombre es Chifa.
Chifa es el nombre que en Perú le dan a la gastronomía que llevaron los trabajadores inmigrantes chinos a principios del S.XX, y que este país andino terminó asimilando e incluso transformando. Más allá de eso, este «comedor», como ellos mismos se autodenominan, ha sido para nosotros una experiencia inolvidable, os contamos.
Situado en el local que antes albergaba Sudestada, su hermano mayor, Chifa es la nueva apuesta gastronómica de Pablo Giudice y Estanis Carenzo en la ciudad. El lugar es pequeño pero acogedor, totalmente envuelto en madera, con 7 mesas y una pequeña barra donde también se puede comer o cenar. La cocina es una pecera que ofrece transparencia total, se ve todo y si uno se pone a mirarlos se puede quedar alucinado con la organización y el ritmo que llevan en un espacio tan reducido.
La cena fue larga y os aseguramos que merecerá la pena leeros todo el post, pero antes os diremos que han eliminado los dos turnos de cenas que tenían antes por lo que, aunque ahora se rifan las mesas, puedes cenar con total tranquilidad y sin prisas.
Como somos unos valientes (o unos inconscientes) queríamos empezar fuerte y nos pedimos una Batida Mojitada, que lleva cachaca (un licor barileño hecho con jugo de caña de azucar), lima, maracuyá y menta. Hay que hundir la menta, chafarla bien en el fondo y a beber: toques dulces, ácidos y un poco de picante, una delicia.
Todos los platos de Chifa llevan una buena preparación y suenan de maravilla, así que para variar, nos dejamos recomendar por Vanina, la chica que nos atendió: la propuesta fue probar medias raciones, hasta que el cuerpo aguantase.
El primero, Ceviche Algueado completo, con chicharro, vieiras frescas y pulpo. Se come con cuchara, para poder beber bien la leche de tigre que es la salsa en la que se cuece. Es un cebiche potente, fuerte pero con mucho sabor (el cilantro y el jengibre están muy presentes). Además, los granos de maíz son perfectos para suavizar el plato, le dan un toque dulce que nos enamoró. No puedes morir sin probar este cebiche.
Luego vino Causa a la Hamanako, es una papa amasada con ají, lima, anguila ahumada, pepino, wasabi, tamari, un huevo de codorniz y hierbas… #flipa. Es un plato fino y muy rico, y nosotros os recomendamos que pinchéis un trocito del huevo de codorniz en cada bocado, porque le da un toquecillo dulce que es mágico en el paladar.
Con tanto pescado nos apetecía una copita de vino blanco, un Ricardo Sanz, Las Olas, Verdejo 2013, fresco y con toques afrutados, perfecto para el momento.
El tercero fue un Escabeche filipino de bonito, con vegetales escabechados, bonito cocido en vinagre de frutas, tomates cherrys confitados y lima. Se acompaña de un pan filipino que hacen ellos mismos, esponjoso y con un toque dulce… ya os podéis imaginar lo que hicimos con el pan y ese caldito TAN apetecible: se moja en el caldito, al que previamente se le ha exprimido la lima, se come y luego rozas el cielo con la punta de los dedos. Demasiado, este escabeche…
Después tocaron las Empanadillas de pollo y cuitlacoche, con un acompañamiento de cogollos y aceitunas. Este viene con instrucciones: se muerde la punta y se deja abierta, se echa dentro la salsa picante que hacen ellos mismos con rocoto fermentado y piña, y a disfrutar. De este plato diremos dos cosas: que las empanadillas están tan buenas que no les hace falta ninguna salsa, y que fue el favorito de la noche de David.
Estábamos muy arriba y Vanina debió notarlo, así que siguió sacando platos. Como habíamos pasado a la carne, cambiamos al tinto, una copita de Jardín de Lúculo, Los bohemios 2012, un vino joven de Navarra, 100% garnacha, también muy frutal, casi sin sabor a alcohol y con un fondo burbujeante que nos encantó.
Vamos a por el quinto, un Rollo de invierno a la mexicana, con lechón, pasas, hinojo, zanahoria y soja. Va acompañado de un plato con guacamole y pico de gallo de pomelo (una ensalada mexicana). Otro que va con instrucciones, algo que nos encanta: se abre el roll, se mezcla el guacamole con el pico de gallo, se echa por encima y a comer.
La masa del rollo es super crujiente, los tacos de lechón están sabrosos y la mezcla por encima le aportan un sabor muy intenso. Este plato fue mi preferido de la noche.
La experiencia no podía ir mejor… pero sí, lo fué: Choripan de arribeños con pan chino al vapor, chorizo criollo salteado con cebolla, ajetes y jengibre, y acompañado con una «sweet chilly» con chipotle y hierbas. Se abre el choripan, se embadurna bien de la salsa, se cierra y se come. Después de tanto sabor y todo tan bueno, este plato se nos quedó un poco corto, quizá hubiese sido mejor opción comerlo al principio.
Llegó el turno de los segundos, platos un poco más contundentes. El primero fue un Aeropuerto de calamar, un arroz salteado con pato, huevo, vegetales, ensalada de col, ají amarillo y maracuyá, calamares fritos y se acompaña de nuevo con una «sweet chilly» con chipotle. Se mezcla todo (o parte, según tu gusto por el picante) y se zampa. De aquí destacaríamos la mezcla de texturas entre el arroz, el calamar y la salsa, y el sabor del pato, que está muy sabroso. Una mezcla original donde no sobra ningún ingrediente.
El «segundo segundo» (¡Ja!) fue un Cuadril saltado con sillau, vinagre y papas fritas. El cuadril es la parte de la cadera de la vaca y su carne está madurada 60 días en frio a una temperatura estable, que le da un sabor muy intenso a la carne. Además, después de la maduración, está macerada con salsa de ostras… un sabor brutal (no es un término muy gastronómico, pero es el más apropiado).
Y llegó el último, un Tamal ecuatoriano con harina de maíz rellena de cerdo y curry verde tailandés, tomates cherry confitados y hierbas. La presentación en hoja de plátano es muy sugerente, está algo picante y tiene sabor a jengibre. Nos encantó la textura de la masa, esponjosa y granulada, algo diferente a todo lo que habíamos probado.
Deberíamos habernos plantado aquí (o un poco antes…) pero Vanina nos estaba tratando de maravilla y nos insistió en que no podíamos irnos de allí sin probar sus tres postres. Y como últimamente nos encanta hacer rankings de postres, nos vimos obligados a ceder: Crema de vainilla quemada, Vaso de Chocolate con distintas texturas, nueces caramelizadas y palitos de chocolate y Pastel de tres leches con infusión de Chai y helado de Mango. ¡A muerte!
Los tres estaban DELICIOSOS, ninguno se pasa de dulce ni empalaga, pero siempre gusta uno más que otro, y este es nuestro veredicto:
3er puesto: Vaso de chocolate (de los mejores postres de chocolate que hemos probado)
2º puesto: Crema de vainilla quemada (con capita de caramelo crujiente por encima)
1er puesto: Pastel de tres leches (grande el helado de mango, una mezcla PERFECTA).
Después de tres horas sentados y de haber vivido una de las mejores experiencias gastronómicas desde que empezamos Con el morro fino, era momento de volver a casa para digerir, descansar y asimilar. La comida… inmejorable, y ser atendidos por Vanina un auténtico placer, es una profesional de los pies a la cabeza que transmite la misma pasión que sentimos al probar cada uno de los platos esa noche.
Lo de los medios platos fue algo especial para que pudiésemos probar de todo (las raciones que veis en las fotos son todas medias). En Chifa podéis salir satisfechos/as dos personas por un ticket medio de 25/35 Euros, comiendo dos/tres entrantes, dos segundos, bebida y postre, un precio que a nosotros nos parece muy honesto.
Como aún no están en todas las RRSS, os dejamos con sus páginas en Google Plus, y 11870, y aquí debajo sus datos de contacto:
C/Modesto Lafuente, 64
915 34 75 66
PD. Si vas a Chifa, buscad a Vanina, decidle que vais de parte de Con el morro fino y veréis como os tratan con tanto mimo como a nosotros, ¡estamos seguros!
Madre mía, vaya pinta tiene todo, con lo fan de los ceviches que soy tengo que ir!