Seleccionar 10 bares históricos de Madrid no ha sido nada fácil. Esta ciudad está llena de tabernas que han sobrevivido más de un siglo. Fíjate bien, cuando pasees y veas una taberna con azulejos de Talavera, ahí hay historia; o con portones y letreros de madera que se resisten al luminoso (tampoco lo necesitan), ahí ha habido algún ilustre tomando un chato; o con antiguas bodegas en el subsuelo, posiblemente han jugado su papel en la Guerra Civil. Merece la pena tomarse una caña o un vermut o lo que sea en todos ellos, pero también merece la pena conocer su historia.
Aquí hemos seleccionado los diez más antiguos e interesantes y en los que te va a apetecer tomar el aperitivo, a cualquier hora, por cierto, que somos muy anárquicos con esto.
La Taberna de Antonio Sánchez, 1787
A Taberna de Antonio Sánchez le sigue “La taberna más antigua de Madrid”. Un claim que agitan con el orgullo de quien tiene más de doscientos treinta años a sus espaldas y ha acogido en su barra a Pío Baroja o a Gregorio Marañón. Posiblemente si Sorolla, otro de sus fans, la visitara ahora, solo le sorprendería el tema del delivery, porque por lo demás esta taberna conserva todo el encanto de su historia en sus portones de madera, en sus letreros, en antigua barra tallada y en su carta, donde los callos, el cocido y el rabo de toro son protagonistas.
C/ Mesón de Paredes, 13.
Casa Alberto, 1827
Las puertas rojas de la calle Huertas. Esa es Casa Alberto, una casa de comidas que va camino de cumplir los 200 años de historia y que ha visto pasar por allí políticos, artistas, actores y el agitamiento de la Movida Madrileña. Su aspecto es el de siempre, pero su cocina ha cambiado. Aunque tiene guiños a la tradición como los callos, los caracoles, los calamares o el rabo de toro, ha modernizado su carta con platos como el brownie de morcilla y queso de cabra o el pulpo con mollejas de ternera. Pero cualquier novedad encuentra un hilo conductor en la tradición madrileña, como los huevos cervantinos, un plato de huevos con patatas y jamón ibérico homenaje al escritor, que vivió en el mismo edificio donde se encuentra Casa Alberto.
C/ Huertas, 18.
Casa Labra, 1860
¿Quién no ha pasado por Preciados y se ha asomado a ver si podía picar una tajada de bacalao en Casa Labra? Posiblemente muchos de los que leáis esto. También habréis tenido que volver, a repetir o a ver si esta vez había suerte porque no suele caber un alma. Casa Labra es una institución que se mantiene con pinchos poco comunes como la banderilla de atún en escabeche o sus cremosísimas croquetas de bacalao. Hoy se muestra como en su fundación, con esas molduras de madera tallada, las lámparas de araña, las paredes revestidas del salón y la barra metálica que fueron testigo de la fundación del Partido Socialista Obrero Español. Casa Labra ha vivido, comido y bebido historia, y qué bien se conserva más de 160 años después.
C/ Tetuán, 12.
Bodegas Ricla, 1867
Es diminuta, pero está llena de encanto. Bodegas Ricla conserva esa puerta verde que llama la atención cuando paseas por la calle Cuchilleros, así como la grifería de latón, el zócalo de azulejos y las tinajas de las que siguen sirviendo vino y jerez. En su barra, unos riquísimos boquerones, chacinas, cabrales a la sidra, bacalao en aceite y guisos tradicionales que cambian cada día (ojo cuando hay callos). Este lugar de peregrinaje para los madrileños fue además refugio para sus vecinos durante la Guerra Civil, cuando bajaban a su cueva a cobijarse de los bombardeos.
C/ Cuchilleros, 6.
Restaurante Botín, 1725
Justo frente a Bodegas Ricla se encuentra el restaurante más antiguo de Madrid. Qué de Madrid, del mundo; así lo acredita un certificado firmado por Norris McWhirter (fundador junto a su hermano de Guinness World Records). Restaurante Botín es famoso por sus asados, de cochinillo o cordero y las almejas Botín. Y a pesar del turismo, que tantas veces hace que un restaurante se relaje, Botín sigue en lo alto con esos casi 300 años a sus espaldas. Sus techos de piedra abovedados han acogido tertulias y sobremesas de lo más variopintas, Benito Pérez Galdós le dedicó unas líneas en Fortunata y Jacinta y hasta Hemingway pasó por allí.
C/ Cuchilleros, 17.
Restaurante Oliveros, 1857
La barra de zinc del Restaurante Oliveros, los azulejos artesanales de mitad del siglo XIX que conserva en su fachada y numerosas fotos antiguas colgadas de sus paredes dan cuenta del paso del tiempo en este restaurante centenario. Su cocina también es una buena muestra de lo que se ha cocinado en los fogones de Madrid desde hace muchos años. Especialistas en el cocido madrileño, uno puede ir a ponerse las botas con uno de sus guisos y sus platos típicos o a tomar unas tapas cargadas de tradición como el taco de bacalao, las croquetas de jamón o incluso una degustación de ese famoso cocido a modo de picoteo.
C/ San Millán, 4.
Bodegas Rosell, 1920
Bodegas Rosell tiene una pila de años encima, los mismos que demuestran sus azulejos de Talavera pintados por Alfonso Romero a principios del siglo XX. En los años 20 nació como una casa de comidas, y antes era un lugar de vinos a granel. El destino de este lugar parece marcado por sus orígenes. Y así se confirma a día de hoy, cuando Bodegas Rosell se mantiene como destino del buen comer. Un vermut, un vino, una caña y a disfrutar del plato de bacalao en aceite, de las patatas de la abuela (unos huevos rotos pero con las patatas de la tortilla de patata, brutal), las croquetas de jamón, el salmorejo… Si vas de aperitivo, seguramente salgas comido.
C/ General Lacy, 14.
Taberna Ángel Sierra, 1917
Cuando la plaza de Chueca no era el hormiguero que es hoy, la Taberna Ángel Sierra ya estaba allí (en 1908 abrió sus puertas pasando a manos de Ángel Sierra en 1917). Y cuando se convirtió en centro neurálgico del cañeo y lo antiguo se convirtió en moderno, Ángel Sierra continuó en pie, en ese esquinazo de madera que es punto de encuentro y aperitivo de los madrileños y posado de Instagram de los que no son de aquí. También fue objetivo de la cámara de Almodóvar, que grabó una escena en su salón de La flor de mi secreto . Vermú de grifo, encurtidos de aperitivo, conservas y boquerones para el tapeo y más de un siglo de historia que se pueden ver aún en sus antiguos barriles y las botellas expuestas.
C/ Gravina, 11.
La Casa del Abuelo, 1906
Gambas y vino dulce, eso es lo que pensó que triunfaría la familia que montó La Casa del Abuelo en Núñez de Arce (ahora han abierto más establecimientos). Y así fue, en la posguerra el plato de gambas a la plancha con un chato de vino a 1,60 pesetas se vendía solo, cuentan. Llegaron a vender 306 kg de gambas en un día y su fama traspasó fronteras. De hecho cuentan que por allí pasó Andy Warhol a observar el costumbrismo madrileño. Hoy se puede (y se debe) seguir disfrutando de un aperitivo con sus gambas y su vino, que le siguen dando buena y merecida fama.
C/ Núñez de Arce, 5.
Taberna La Dolores, 1908
Fue fundada como casa de comidas, aunque La Dolores hoy es más un lugar de aperitivo y famoso por sus pinchos con la caña y el tapeo informal. La identificarás por fuera porque su fachada de azulejos es merecedora de una foto cuanto menos. Por dentro, madera y carteles antiguos; un lugar muy bien conservado, lleno de encanto y con una barra donde tomar unas gildas, embutidos, salazones, canapés y otras tapas frías que empapan las cañas con muy buen gusto y hacen el aperitivo distendido y rico, como tiene que ser.
Plaza Jesús, 4.

Vía Los 5 Mejores
Como decíamos antes, escoger 10 bares históricos en una ciudad entregada al tapeo y el aperitivo resulta imposible. Podríamos haber hablado de Casa Camacho (1920) en el barrio de Malasaña y de sus yayos, sabrosos y peligrosos con una tapa de encurtidos. De la Venencia, una bodega centenaria que solo sirve vinos de Jerez y tapas. Del mítico Café Comercial, fundado en 1887 y reformado hace relativamente poco. O La Carmencita, modernizada muchos años después de su apertura en 1854. Pero queríamos escoger sitios que mantuvieran su encanto histórico y aperitivos de escándalo. Descúbrenos más comentando aquí mismo o a través de nuestro Instagram.